Comiendo en un restaurante con mi hija pequeña TEA



Mi mujer y yo tenemos tres hijas preciosas a las que estamos criando dando lo mejor de nosotros. La pequeña es TEA, o sea, síndrome del espectro autista. Es una niña de 5 años muy guapa, que disfruta de la vida al máximo aunque tiene dificultades para percibir el mundo como lo hacemos la mayor parte de nosotros, esta circunstancia merma mucho su capacidad de comunicarse.

Este sábado hemos ido a un centro comercial a hacer unas compras, como se nos ha hecho tarde hemos terminado comiendo en un restaurante de comida rápida de allí. Salir de casa después del confinamiento estresa a cualquiera, así que imaginaros a una niña de 5 años que apenas habla y no es capaz de entender porque salimos de la rutina diaria para ir a un sitio lleno de gente con mascarillas en la cara. Si ya le cuesta leer las emociones de los demás, imaginaos un lugar lleno de gente con la cara tapada.

Hemos ido al restaurante, nos han dado mesa y bueno, la pequeña se ha puesto nerviosa y ha entrado en una pequeña crisis. Todo el personal del restaurante ha sido muy comprensivo, nadie nos ha llamado la atención, no sé si sabrán que la nena es TEA o no, ya que este trastorno no se lleva escrito en la cara, pero es de agradecer lo profesionales que han sido y la paciencia que han mostrado.

Lo mismo de la mayoría de los clientes, cada uno ha seguido a lo suyo, supongo que molestos por el escándalo que montaba mi hija, no es que fuese algo excesivo, pero entiendo que a todo el mundo le gusta comer tranquilo y no tener a un niño pequeño ajeno en pleno berrinche. Y la verdad es que se agradece la compresión ya que el primer paso para calmar a nuestra hija cuando entra en ese estado es que los padres mantengamos la calma. Su madre -que siempre lo hace genial- la ha mantenido y en esta ocasión yo también, hasta que poco a poco le hemos contagiado la calma. No ha comido, pero por lo menos se ha tranquilizado bastante.

El único detalle feo, aunque lógico, han sido un par de señoras mayores con una nieta que se han puesto a cuchichear quejándose de lo mal educada que tenemos a la niña. Sus comentarios, dichos en el tono de voz adecuado para que las oyésemos claramente, no han contribuido precisamente para ayudar a relajar la situación. Sólo ha sido una mesa de las decenas que había allí, la inmensa mayoría de la gente siempre es comprensiva con nuestra situación, supongo que entienden que no podemos encerrar a nuestra hija en casa por ser TEA.

Entiendo también que como no lo lleva escrito en la cara estas buenas señoras ni siquiera saben que nuestra hija tiene esta circunstancia, así que supongo que no tengo ni derecho a quejarme, pero bueno, me apetecía compartir con vosotros esta anécdota.

De nuevo repito, España es un país maravilloso que está lleno de gente que te anima y te apoya cuando tienes que sacar adelante a un hijo con dificultades, sólo tengo admiración y agradecimiento para la mayor parte de la sociedad española. Pero de vez en cuando te toca la manzana podrida, y duele. Y además de doler no ayuda a manejar la situación en ese momento. Y por supuesto, no voy a encerrar a mi hija pequeña en casa.

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