Estos últimos meses se ha puesto de moda con bastante virulencia el tema del calentamiento global o cambio climático o emergencia climática o apocalipsis climático o como decidan los mass media que se llame.
Pero no os voy a hablar del estado del clima, os voy a hablar de otra situación bien caliente, el "cabreamiento" global.
Básicamente el "cabreamiento" global es un estado de enfado generalizado que sufrimos los urbanitas del primer mundo, cualquier pequeño contratiempo se convierte en una frustración inmanejable de dimensiones épicas.
Cuando hablo de pequeños contratiempos no refiero al descubrimiento de un tumor, el fallecimiento de un hijo o cualquier otro tema de similar gravedad. Me refiero a los contratiempos que forman parte del día a día de la vida de un adulto en el que las cosas rara vez salen rodadas, y si salen rodadas con frecuencia, preocúpate mucho, eso significa que estás en medio de una zona de confort a la que le queda poco tiempo.
Gran parte de los urbanitas modernos no hemos sido capaces de desarrollar durante el proceso de maduración mental la capacidad de tolerancia a la frustración. Nos comportamos como niños pequeños que exigen a sus padres una golosina y cuando no la consiguen lloran y patalean.
Y cuando lloramos y pataleamos nos enfadamos, parece que al no obtener lo que deseamos rápidamente entramos en un estado de frustración, como si tener lo que uno desea fuese un derecho universal.
Señores, el mundo tiene unos recursos muy limitados, es imposible que todos tengamos un piso en el centro de Madrid y una casa a primera línea de playa. Con el sistema actual el mercado y el Estado reparten los recursos cada uno según sus reglas, es imposible que la mayoría de nosotros tengamos todo lo que queremos y cuando lo queremos.
Y así entramos en el estado de "cabreamiento" global, todo el día enfadados buscando a un responsable de nuestros problemas, la culpa nunca es de uno mismo, siempre hay una mano negra que provoca que yo no consigo lo que quiero, o lo que es mejor, un pensamiento todavía más mágico en el que mis deseos deben hacerse realidad solo porque yo lo deseo con fuerza, sin mirar otros factores como las capacidades de uno mismo, el contexto y lo que es más importante, la suerte.
La vida son dos días, está bien preocuparse por mejorar, pero lo que no puede uno hacer es pasarse toda la vida frustrado y cabreado por que las cosas no salen como uno desearía. Hay que aprender a aceptar lo que no se puede cambiar. Hay que aprender a tener soberanía emocional.
Y lo más importante, aprender a agradecer cada día las cosas buenas que nos da la vida, no estar todo el día frustrado emitiendo rabia, entre todos con esas emisiones hemos conseguido ese estado de "cabreamiento" global que envuelve a nuestras grandes ciudades.
Si nos viese algún paisano de la Edad Media alucinaría con nuestros dramas del primer mundo.
Pero no os voy a hablar del estado del clima, os voy a hablar de otra situación bien caliente, el "cabreamiento" global.
Básicamente el "cabreamiento" global es un estado de enfado generalizado que sufrimos los urbanitas del primer mundo, cualquier pequeño contratiempo se convierte en una frustración inmanejable de dimensiones épicas.
Cuando hablo de pequeños contratiempos no refiero al descubrimiento de un tumor, el fallecimiento de un hijo o cualquier otro tema de similar gravedad. Me refiero a los contratiempos que forman parte del día a día de la vida de un adulto en el que las cosas rara vez salen rodadas, y si salen rodadas con frecuencia, preocúpate mucho, eso significa que estás en medio de una zona de confort a la que le queda poco tiempo.
Gran parte de los urbanitas modernos no hemos sido capaces de desarrollar durante el proceso de maduración mental la capacidad de tolerancia a la frustración. Nos comportamos como niños pequeños que exigen a sus padres una golosina y cuando no la consiguen lloran y patalean.
Y cuando lloramos y pataleamos nos enfadamos, parece que al no obtener lo que deseamos rápidamente entramos en un estado de frustración, como si tener lo que uno desea fuese un derecho universal.
Señores, el mundo tiene unos recursos muy limitados, es imposible que todos tengamos un piso en el centro de Madrid y una casa a primera línea de playa. Con el sistema actual el mercado y el Estado reparten los recursos cada uno según sus reglas, es imposible que la mayoría de nosotros tengamos todo lo que queremos y cuando lo queremos.
Y así entramos en el estado de "cabreamiento" global, todo el día enfadados buscando a un responsable de nuestros problemas, la culpa nunca es de uno mismo, siempre hay una mano negra que provoca que yo no consigo lo que quiero, o lo que es mejor, un pensamiento todavía más mágico en el que mis deseos deben hacerse realidad solo porque yo lo deseo con fuerza, sin mirar otros factores como las capacidades de uno mismo, el contexto y lo que es más importante, la suerte.
La vida son dos días, está bien preocuparse por mejorar, pero lo que no puede uno hacer es pasarse toda la vida frustrado y cabreado por que las cosas no salen como uno desearía. Hay que aprender a aceptar lo que no se puede cambiar. Hay que aprender a tener soberanía emocional.
Y lo más importante, aprender a agradecer cada día las cosas buenas que nos da la vida, no estar todo el día frustrado emitiendo rabia, entre todos con esas emisiones hemos conseguido ese estado de "cabreamiento" global que envuelve a nuestras grandes ciudades.
Si nos viese algún paisano de la Edad Media alucinaría con nuestros dramas del primer mundo.
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